viernes, 15 de noviembre de 2013

El patriarcado, aliado de los abusos sexuales


 El próximo 19 de noviembre es el Día Internacional para la Prevención del Abuso Sexual a Menores, y el 25 de noviembre es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres; qué mejores fechas para tratar el difícil, delicado y espinoso tema del abuso sexual.

Sin embargo, aun cuando el abuso sexual ha sido abordado desde hace tiempo, creo importante y necesario enfocar nuestra atención las veces que sea necesario en él para visibilizarlo, evitarlo y detectar el abuso sexual.
El patriarcado nos ha lacerado a mujeres y hombres, sin embargo, uno de los efectos más nocivos del patriarcado es la gran desigualdad entre los géneros, lo que ha hecho que la violencia se irradie mucho más contra mujeres, niñas y niños.
En lo que a abuso sexual se refiere, el patriarcado ha dado explicaciones a través de diferentes estrategias que ha hecho que las víctimas de abuso no cuenten con argumentos suficientes para tratar de entender lo que les ha pasado, lo que les dificulta defenderse, cuando el haber sido víctima de abuso sexual sería suficiente argumento para hacerlo.
El sistema patriarcal a través de diferentes instituciones como los ministerios públicos, la medicina, la misma familia e incluso algunos servicios psicológicos, tiende a minimizar el problema negándolo, racionalizándolo, evadiéndolo o colocando la responsabilidad en la o el más débil, y en el peor de los casos justificándolo “en el nombre de Dios”.
Según la organización civil Abuso Sexual Infantil (ASI) Nunca Más (**), este delito es sufrido en mayor frecuencia por las niñas en un 22.5 por ciento, a diferencia de los niños, quienes lo han sufrido en un 15.2 por ciento y se ha visto que en un 95 por ciento de las veces el agresor es un varón.
Específicamente en el caso de los abusos sexuales a menores, los agresores (familiares, maestros, sacerdotes, amistades de la familia) generalmente se enfocan en transmitir miedo y culpa en su víctima logrando paralizarla para que no haga nada.
Esta forma de actuar del agresor es perversa porque la víctima no sólo vive un profundo temor, sino que además se convierte en culpable.
Es mi obligación moral y profesional compartir con ustedes las fases por las que generalmente transita una víctima de abuso sexual infantil, con la intención de que sirva como referente en caso de tener a alguna persona cercana e identificar, reconocer y comprender lo que pudiera estar sucediendo y buscar ayuda.
Fase de atracción. Es la primera fase del abuso sexual infantil; se caracteriza por aparentes “conductas sanas” de expresión de afecto por parte del agresor hacia la víctima, aunque en realidad la intención del agresor es ganarse la confianza de la niña o el niño para después poder controlarla y hacer de ella o él lo que quiera.
Una vez que la niña o el niño se siente en confianza con la presencia del abusador empieza la fase de interacción sexual. En esta fase el agresor casi no requiere de utilizar la violencia para conseguir que la o el menor de edad haga lo que él quiera, porque generalmente el agresor enmascara el abuso sexual en forma de juego o de muestras de afecto.
Es importante recalcar que en esta fase la niña o el niño no actúan con libertad ni con ninguna iniciativa, sino que responden desde un lugar de sometimiento y miedo.
Podemos decir que un primer objetivo del abusador es el abuso en sí y un segundo objetivo es el secreto, es decir, que la niña o el niño no lo cuente a nadie.
Para ello si el abusador se da cuenta que la niña o el niño no quiere entrar en su juego o que incluso corre peligro de ser denunciado, entrará entonces en la fase del secreto.
En ella el abusador se encargará de que su víctima entienda que lo que le ha hecho es algo que nadie debe saber, y puede llegar a chantajearle con regalos o a amenazarla con que algo puede pasarle a su mamá, a una hermana o a un hermano.
Con esto logra que su víctima se sienta responsable de lo malo que puede pasar si llega a revelar algo; es un momento en que la niña o el niño no comprenden bien lo que les está pasando, pero en el fondo (su cuerpo lo registra) sienten que es algo malo que no deben contar.
Si por algún motivo el dolor rebasara a la víctima y expresara el abuso que está viviendo o alguien más se enterara de este abuso, entonces empieza la fase de revelación y es cuando el abusador al ser evidenciado hace uso de todos sus recursos para decir que le están inventando las cosas, que lo odian y por eso lo acusan, que están “locas o locos” quienes lo señalan como abusador.
Es una fase en la que el abusador hará todo por transmitir más intensamente el miedo en la víctima, la confrontación es abierta al igual que el cuestionamiento de lo que ha vivido.
Si la niña o el niño tienen la suerte de contar con el apoyo y contención familiar, esto ayudará a que no se sientan solos y logren enfrentar la situación de manera adecuada, sin embargo, si la o el menor de edad no puede con la tensión que esto provoca y su entorno no le ha protegido, entrará en la fase de supresión o negación.
La niña o el niño en esta fase niega todo lo que había defendido hasta ese momento, para que las cosas regresen a la “calma” y seguirá sufriendo el abuso sexual con la esperanza de que terminen las amenazas de su abusador y la preocupación en la familia.
Convencida de que es mejor pensar que nunca pasó, llega un momento en que la víctima ya no recuerda nada, lo que no resulta extraño porque el olvido es el mecanismo de defensa que más ayuda a protegernos del dolor.
Sin embargo, aunque llega un momento en que los abusos terminan, las consecuencias emocionales dejan una profunda huella.
Hay quienes a través de un proceso de terapia logran recordar y reconocerse como víctimas de abuso sexual en la infancia, e incluso llegan a reunir las fuerzas necesarias para denunciar a su agresor, no sólo por el hecho mismo sino por todo el daño que les ha provocado a lo largo de sus vidas.
Desafortunadamente, el patriarcado ha creado una serie de estrategias para descalificar y desacreditar a las víctimas de abuso sexual, y no sólo a las víctimas sino a toda persona que crea en ellas y las quiera proteger.
Ejemplo de una estrategia del patriarcado es la reciente afirmación del arzobispo Jozef Michalik, jefe del Episcopado de Varsovia, que sugiere que niñas y niños son culpables y responsables de la pederastia, al asegurar que “una niña o un niño de una familia abrumada busca acercarse a otros, pierde el rumbo y hace que la otra persona también lo pierda”.
Ante este tipo de posturas retrógradas es importante unirnos y denunciar la violencia contra las mujeres y aquella que se ejerce en contra de las y los más débiles, las niñas y los niños, es importante hablarlo, comunicarlo entre todas y todos y denunciarlo.
Acciones como éstas nos darán fuerza como sociedad y contribuiremos a que la pederastia y otras formas de violencia no sean vistas como enfermedades sino como delitos que hay que denunciar, para lograr que el patriarcado deje de ser aliado de la violencia de género y por tanto de todo tipo de abuso sexual.

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