sábado, 8 de septiembre de 2012

Nicaragua



Con asombro e indignación escuché el doloroso relato de un padre de familia denunciando la violación múltiple padecida por su hija de sólo doce años de edad y con deficiencia de aprendizaje. La salvaje aberración no fue cometida en los barrios marginales por desalmados delincuentes sino en el parque El Carmen, por cinco depravados vistiendo el uniforme de la Policía Nacional, que para el caso son iguales o peores malhechores.

Según la denuncia, la niña paseaba con su perro cuando uno de sus verdugos, usando la mascota, la llevó hasta una patrulla donde estaban otros agentes, le taparon la boca y la llevaron a una casa cercana, cuidada por un civil de seguridad. Allí la obligaron a tomar una gaseosa que la hizo sentirse mareada. Después, la niña despertó en el piso, con la ropa rasgada y ensangrentada. Interpusieron la denuncia en el Distrito Dos, pero no les dieron atención.

Este nuevo crimen contra la niñez nicaragüense está agravado por las funciones de los pervertidos, quienes además de su responsabilidad de brindar protección a la ciudadanía, estaban asignados a la seguridad de la casa presidencial y, por ende, del presidente de la república. Nada de eso les importó. Coludidos como pandilleros de la peor calaña destruyeron la inocencia y la vida de la niña y la de sus familiares, pues su canallada los perseguirá como sombra nefasta, mientras vivan.

Se dijo que este crimen es un caso aislado en la institución, pero no es el primero y ojalá fuera el último. Sé de un caso de acoso sexual cometido también en el parque El Carmen, por dos policías de la numerosa seguridad presidencial contra una joven vecina del lugar, quien al momento de salir de su casa era agredida con obscenidades impublicables. Sé que fueron denunciados en Asuntos Internos de la Policía. Si los sancionaron no lo sé. Atemorizada, la joven se vio obligada a mudarse de domicilio.

¿Es que no tendrán madres, hermanas o hijas estos moclines degenerados? ¿Será que sentirse cerca de la cúpula del poder los ensoberbeció al grado de sentirse inmunes e impunes? ¿Será que quienes cuidan al presidente sienten que integran una casta de intocables diferentes a los policías que patrullan las calles o los que cuidan el tránsito? ¿Fallaron los mecanismos de selección de la Academia? ¿O son sólo delincuentes que birlaron los tamices de la institución? ¿Pensaron los familiares que con tanta presencia policial la niña no corría peligro?

Imagino el miedo justificado que ahora embarga a madres con hijas adolescentes que habitan en el sector donde numerosas manzanas y centenares de viviendas están sitiadas por la policía, so pretexto de garantizar la seguridad del Señor Presidente. Y si no bastara la enorme cantidad de policías -que tanta falta hacen en los barrios donde los pandilleros asesinan todos los días-, cierran las calles quedando cautiva la gente del sector.

El padre exige que a los delincuentes los muestren públicamente, fotografiados en los periódicos para que los conozca la población y se cuide de ellos si los ven en sus barrios o comunidades, porque lo más probable –y ojalá me equivoque- es que no tardarán mucho tiempo encarcelados. Esta epidemia silenciosa parece incontrolable. Cada día se sabe en Nicaragua de uno o más violados sexualmente, con el agravante que no se le cree a los niños, niñas y adolecentes abusados.

Un estudio reciente de Visión Mundial destaca que el 28% de adolescentes, el 28% de padres y el 23% de madres, no siempre les creen a los niños, niñas y adolescentes cuando revelan que han sido abusados sexualmente, “porque los niños y las niñas dicen mentiras”. Un tercio de encuestados consideran que las adolescentes son culpables de haber sido violadas “por vestirse de manera provocativa, insinuarse a los hombres o por tener conocimientos de sexualidad”. Alrededor del 64% de madres y padres entrevistados mantienen en secreto los abusos sexuales contra sus hijos e hijas para que no sean estigmatizados en la comunidad, lo que deja impune al violador. Ojalá que la niña no resulte embarazada, porque rozando lo grotesco estaría obligada por la Ley a tener al bebé.

El castigo debe ser ejemplar, si no la epidemia continuará.


El Nuevo Diario
6 de septiembre de 2012
Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni
Depravados uniformados
Mario Urtecho | Opinión

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