Cuando existe la sospecha de un abuso sexual infantil, un segundo examen médico
sería clave para detectar lesiones e infecciones de transmisión sexual.
La Academia Estadounidense de Pediatría
recomienda que a los niños examinados para comprobar un abuso sexual se les
realice un examen de seguimiento a las pocas semanas. Pero, hasta ahora, ningún
estudio había analizado su utilidad.
Ahora, un equipo revisó las historias clínicas de 727 niños y adolescentes
evaluados por un posible abuso sexual en cinco años.
En casi un cuarto de los niños, el segundo examen modificó los hallazgos del
primero. En el 18 por ciento de los casos, cambió el diagnóstico de las lesiones
traumáticas.
Lo más común fue que el primer examinador no pudiera determinar con precisión
si los niños tenían alguna lesión sugestiva de haber sido víctima de un ataque
sexual (como desgarros o moretones). Pero el segundo examinador concluyó que los
hallazgos eran "normales".
Pero eso "por ningún motivo" significa que el niño no fuera víctima de un
abuso sexual, según aclaró la doctora Nancy D. Kellogg,
coautora del estudio y experta del Centro de Ciencias de la Salud de la
University of Texas,
en San Antonio.
A menudo, aseguró, las víctimas de abuso sexual no tienen lesiones
traumáticas evidentes. De modo que lo más importante es lo que declara un
niño.
El equipo de Kellogg halló también que el segundo examen médico ayudaba a
detectar las enfermedades de transmisión sexual no identificadas en el primer
examen, como ocurrió en el 7 por ciento de los participantes. Lo más frecuente
fueron las verrugas genitales.
El estudio publicado en la revista Pediatrics incluyó información de 727
niños y adolescentes examinados por primera vez en una de las salas de
emergencia de San Antonio o de un centro regional de protección infantil. El
examen lo realizó un médico o una enfermera entrenada en abuso sexual.
El segundo examen se realizó un mes después en un centro de protección
infantil y también estuvo a cargo de un médico o una enfermera con experiencia
en estos casos.
Kellogg explicó que en el primer examen, los niños "están ansiosos o con
dolor. Están bajo los efectos de una experiencia traumática. Eso puede influir
en la capacidad del examinador de detectar lesiones".
Por eso, como lo observó el equipo, la experiencia del primer examinador fue
clave. Si había realizado menos de 100 exámenes, el segundo examinador era más
propenso a llegar a otra conclusión sobre la existencia o no de una lesión
traumática.
"Nos sorprendieron los resultados. No esperábamos ver que el segundo examen
marcara tanta diferencia en tantos niños", dijo la autora.
FUENTE: Pediatrics, online 30 de enero del 2012
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